sábado, 25 de junio de 2011

Capítulo VI: El Día de Después


Me sumerjo en la cálida agua llena de burbujas, una vez que el jacuzzi de mi baño está lleno. Al otro lado de la pared escucho a Michael ducharse, tarareando alguna canción que no puedo identificar. Yo, al contrario que él, prefiero pasar un largo rato en remojo, para relajarme del viaje de ayer… y porque nunca antes me había bañado en un jacuzzi.

Después de largos 30 minutos disfrutando del agua, salgo y me seco con toallas perfumadas a vainilla. ¿Es que todo es perfecto en esta casa? Me seco el pelo y me miro al espejo; soy rubia, con los dorados cabellos largos y ondulados, brillantes y finos. Mis ojos son marrón claro, y hay gente que dice que tienen tonos verdosos, aunque yo nunca he conseguido verlos. Mis labios son rosados y bien definidos, mis cejas finas y mi piel blanca y lisa. La mayoría de la gente dice que tengo un cuerpo 10; delgado y esbelto, pero con curvas. Aunque la verdad es que, si hay algo que me encanta de mi cuerpo, además de mis piernas, son mis manos; manos femeninas de pianista, largas y finas, con uñas bonitas sin necesidad de ser pintadas. La verdad, nunca me he quejado de mi aspecto, pero ahora que estoy en una casa, rodeada de famosas diosas de ébano, tres chicas morenas, preciosas y con estilo, la verdad es que me siento un tanto mísera. ¿Cómo voy a lograr atraer la atención de Michael sin un despampanante aspecto? Porque vamos, si él tuviese que elegir entre Brooke Shields, Naomi Campbell, alguna de sus hermanas o yo, me parece que saldría bastante mal parada.

Me visto con unos vaqueros y una camiseta sencilla; después de todo, creo que estaremos toda la mañana en casa.
Se me para el corazón cuando abro la puerta de mi habitación para ir en busca de Michael y le encuentro allí, junto a la puerta, sentado sobre la moqueta del suelo, mirando al techo. Sonríe al verme salir.
-         Oh, por fin. Creí que te iba a tener que estar esperando toda la eternidad.- me dice, incorporándose y quiñándome un ojo. Creo derretirme, me sonrojo mucho y logro decir:
-         ¿Llevas mucho tiempo aquí?
-         No.- me tranquiliza.- Más o menos, 20 minutos.- me alarmo, y él suelta una carcajada al ver mi expresión.
-         ¡Lo siento…!
-         ¡No pasa nada!- ríe él, pasando un brazo por mi cintura como si nada… Como si nada, pero lo ha hecho. Me derrito en sus brazos, quisiera que me siguiese abrazando durante horas y horas….
-         Quincy llegará mañana por la tarde.- me informa Michael, sacándome de mi ensueño.- Así que tenemos casi dos días para hacer lo que tú quieras.- sonríe.
-         Mm… No sé, me da igual.
-         Podemos ver la cuidad, jugar a algo, ver una película, conocer a mi amigos… Lo que a ti más te apetezca.
-         Estoy aún cansada por el viaje y el cambio de hora… Me gustaría quedarme en casa, ¿es posible?- pregunto tímidamente. Michael sonríe.
-         Claro que sí. Podemos hacer lo que tú quieras.
-         Gracias. Me encantaría sentarme y que… no sé, hablemos, algo tranquilo... Estoy bastante cansada, creo que por el cambio horario.- sonrío con timidez. Realmente, es lo que más me apetece. Sentarme junto a Michael, saber cosas de él, escuchar su voz.
-         Ok. Pero mejor vamos a mi habitación, mis hermanos son muy cotillas.- sonríe con picardía, sonrojándose un tanto. Me he dado cuenta de que es muy, muy tímido, pero yo también lo soy cuando estoy con él. Siento que todo me da mucha vergüenza si estoy con él. Echo de menos España, mis padres, mis amigas; me siento extraña, pero sorprendentemente a gusto allí. Como si me conociesen de toda la vida.
-         Vale…- murmuro. Michael me mira con profundidad y me conduce a su habitación.

Sentados en su cama, hablamos de todo: la infancia, nuestros gustos (sorprendentemente parecidos), nuestras familias, la música… Michael es la persona más agradable y tímida que he conocido nunca. Me cuenta que Quincy, además de su productor musical, es como su padre.
- … ya que mi padre biológico, Joseph, me odia.- murmura, apesadumbrado, bajando la cabeza. No le pregunto por qué, sólo me inclino sobre él y le abrazo, dirigiéndole una sonrisa de ánimos. Él levanta la mirada y me sonríe también, dándome las gracias en silencio, con sus ojos dulces, hermosos y profundos. Es entonces cuando, en mi interior, me atrevo a reconocer que estoy enamorada de él nada más conocerle.


viernes, 17 de junio de 2011

Capítulo V: El Principio de la Nueva Vida

Alguien pronuncia mi nombre de una manera preciosa. Es lo primero que oigo cuando despierto. El sol me acaricia el rostro suavemente, pero estoy demasiado cansada como para abrir los ojos o siquiera hablar. No hago caso e intento continuar durmiendo.
La dulce voz sigue llamándome, y aparta un mechón de mis cabellos rubios y lacios de mi rostro. No tengo la menor intención de levantarme, así que me doy la vuelta y me coloco la almohada sobre la cabeza. La voz ríe.
-         Si no te levantas, corres el riesgo de quedarte sin desayunar.-  me amenaza.
-         Mm… Eso es chantaje. Márchate.- balbuceo. No sé a quién le hablo, no recuerdo dónde estoy ni qué hora es. Sólo sé que quiero seguir durmiendo.
-         Ni hablar.- ríe la voz. Entonces, siento una mano grande, suave y cálida deslizarse por mi cintura y apretarme en un punto determinado en el abdomen, haciéndome pegar un brinco de las cosquillas. Río, apartándome.
-         ¡Eh!- grito, apartando la mano de un manotazo. Pero ésta vuelve a la carga, y me hace cosquillas hasta que abro los ojos.

La primera impresión que tengo es que un ángel está sentado en mi cama, sonriéndome. Pero luego recuerdo que no estoy en mi casa de España, sino el Los Ángeles en casa de Michael Jackson.
-         Mm… ¿Michael?- balbuceo, medio dormida. Él sonríe.
-         Buenos días, bella durmiente.- me susurra, pero luego se sonroja intensamente, reprochándose no saber controlar su lengua.
-         ¿Qué… qué hora es?- pregunto, sacándole del aprieto.
-         Las diez.- responde él, aún sonrojado.- Ayer me dijiste que te parecía bien…- añade, preocupado. Yo asiento con la cabeza y levanto el dedo pulgar, en señal de “ok”, pero me doy la vuelta y vuelvo a cerrar los ojos.
-         Eh, eso sí que no.- ríe, y vuelve a hacerme cosquillas.
-         Está bien… Pero sólo porque tengo hambre.- murmuro, y me resigno a levantarme. Me destapo sin reparos, sin recordar que aún estoy en ropa interior, como anoche. Michael no puede evitar verme. No quiero presumir, pero tengo un buen cuerpo; el joven lo recorre con los ojos muy abiertos varias veces, asimilando la situación. Yo me vuelvo a tapar apresuradamente.
-         Oh…- murmura, sonrojándose a más no poder y dándose la vuelta, rápidamente.- Lo siento, lo siento… Yo… te espero fuera, ¿vale?
-         Tal vez sea lo mejor…- balbuceo. Él se va apresuradamente, muy ruborizado.

Después de esperar unos instantes, reflexionando sobre la situación, me visto, me arreglo y hago la cama. Salgo al pasillo, donde Michael me espera, jugando con uno de sus oscuros ricitos.
- ¿Ya estás lista?- me pregunta, y asiento. Michael se levanta con un ágil salto, y me guía por el laberinto de pasillos y habitaciones hasta el comedor.
La gran mesa que tanto me llamó la atención ayer está repleta de alimentos para un desayuno (zumos, leche, cereales, tostadas, galletas, mermeladas, aceite, mantequilla, frutas, ensaimadas, palmeras de chocolate…), y sentados alrededor de ella hay varias personas; Joseph, Katherine y Janet, a quienes ya conozco. Luego, cuatro chicos, todos algo más mayores que Michael y de edades parecidas, muy similares; rizos negros, ojos oscuros, piel color chocolate y grandes sonrisas. También hay una adolescente más joven que yo, muy hermosa y parecida a Janet, y una chica que parece la mayor, ya madura y con la misma mirada que tiene Katherine.
Al lado de su madre, hay un niño pequeño. Tal vez tenga ocho o nueve años, y es muy, muy lindo. Tiene cara de tener mucho sueño, y de haber sido sacado de la cama por la fuerza. Michael carraspea, y entonces todos le miran.
-         Hey, chicos.- dice, respondiendo a las miradas interrogantes de su familia.- Os presento a Blanca. Ha venido desde España, y va ha quedarse con nosotros un tiempo para perfeccionar sus habilidades musicales.- sonríe.
-         Hola.- dijo, sonriendo con timidez. Todos sonríen a su vez y me responden, excepto la chica adolescente.
-         Blanca, ellos son mis hermanos Jackie, Tito, Jermaine y Marlon.- luego señala a la adolescente.- Ella es La Toya, ella Rebbie- la mayor- y a Janet ya la conoces. Y ese- señala al niño pequeño, y repara en que se ha dormido sobre sus cereales.- es Randy.- suelta una suave carcajada.
-         Encantada de conocerles.- murmuro, ruborizada. Todos asienten y dicen lo mismo menos La Toya, que está algo enfurruñada.
-         Hey, Mike, ¿ya encontraste novia, hermanito?- dice Jermaine guiñándome un ojo, y todos ríen. Michael pone los ojos en blanco y se sonroja, pero no tanto como yo.
-         No les hagas caso, Blanca.- me sugiere Janet, amigablemente.- Y siéntate con nosotros a desayunar.- invita. Marlon me hace un hueco, y todos los demás ríen por una broma que yo desconozco. Michael les lanza una mirada asesina.
-         Oh, perdón, vemos que Michael se muere por sentarse a tu lado.- dice entonces Marlon, guiñándole un ojo a su hermano y volviendo a ocupar el hueco.
-         Cierra el pico.- espeta Michael, muy sonrojado, y me dice:- No les hagas caso, se aburren.
-         Dejad a la pobre chica en paz.- exclama Katherine, en tono cansado. Me sonríe y me señala una silla a su lado, donde voy a sentarme. Michael, por su parte, va hacia Randy y lo toma en brazos, despertándole con dulzura. Descubro mucha, mucha ternura en sus ojos.

Desayuno un zumo de naranja, una tostada con mermelada y leche con cereales de chocolate. Todo estaba delicioso; yo nunca había comido tantas cosas de calidad juntas en mi vida, y nunca había estado en una casa tan grande. En este tiempo, me veo obligada a responder a todo tipo de preguntas que me formulan los miembros de la familia de Michael.
-         ¿Qué piensas hacer el Los Ángeles?- se interesa Janet.
-         Bueno, al traerme, Quincy me dijo que iba a empezar una carrera musical. No sé muy bien como funciona eso.- reconozco. Michael sonríe.
-         Yo te ayudaré. Es más sencillo de lo que parece, ya verás. Limítate a exponer tu talento, el resto llega solo.
-         ¿Cómo te encontró Quincy?- me pregunta entonces Katherine.
-         Gané un concurso musical y él lo presenció. Luego me dijo que había estado escuchándome cantar y tocar desde que yo tenía 10 años.
-         ¿Estás en el mundo musical desde entonces?
-         Bueno, sí, pero casi nadie me conocía. Tan sólo cantaba para la escuela o en la radio regional.- admito, avergonzada. Sé que cada una de esas personas en famosa desde los 5 años.
-         Bueno, algo es algo. Me parece un buen comienzo.- asegura Rebbie, guiñándome un ojo. Le sonrío, agradecida.
-         Y dime, Blanca.- empieza Jackie, con una sonrisa pícara.- Tan solo por curiosidad… ¿Tienes novio?- y todos los chicos, menos Randy y Michael, se ríen. Este último le lanza una mirada asesina a su hermano, mientras yo me sonrojo intensamente y bajo la mirada.
-         No.- digo, inocentemente.
-         Cuidado, Jackie; Michael se pone celoso.- y todos se vuelven a reír.
-         Basta ya, chicos.- ordena Katherine, severa. Todos se callan casi instantáneamente, y Michael mira con amor a su madre.
-         Como ves, mis hermanos son una pesadez.- me dice Michael al oído. Asiento con una media sonrisa.- Si has acabado, creo que podemos irnos.- Estoy de acuerdo con la idea, así que nos levantamos, decimos adiós a todos y vamos a nuestras respectivas habitaciones, a arreglarnos.

jueves, 9 de junio de 2011

Capítulo IV: He Is So Sweet...

Después de que Quincy se marche (tiene que coger un avión a medianoche para ir a Nueva York, donde él vive), Michael me muestra una habitación que está al lado de la suya, y me pregunta que si me gusta. Es fantástica. Tiene el suelo de madera, armarios preciosos, una cama doble y un balcón.
Respondo que es fantástica, y Michael me dice que está en la habitación de al lado, por si necesito cualquier cosa. Él llama a su sirviente para que deje allí mi equipaje.
-         Hey, ¿qué pasa?- dice de pronto una voz suave y femenina el en pasillo. Michael y yo nos asomamos fuera de la habitación. Me encuentro cara a cara con una muchacha joven, tal vez de mi edad, con ojos oscuros y profundos, grandes y con pestañas largas, labios carnosos y piel color café.
-         Hola, Janet.- sonríe Michael, besándola en la mejilla.
-         Hola Michael. ¿Quién es tu… amiga?- me sonríe con una sonrisa preciosa, y le guiña un ojo a Michael. Él se sonroja muchísimo.
-         Eeeh no, no es eso…- balbucea.- Janet, ella es Blanca, ha venido desde España y va a quedarse un tiempo con nosotros… Blanca, ella es Janet, mi hermana pequeña…
-         Hola, encantada.- le sonrío, tendiéndole una mano. Ella la ignora y me abraza.
-         Lo mismo, linda.- se vuelve hacia Michael, fingiendo enfado.- ¿Viene una invitada y no me avisas?
-         Es que creí que estabas durmiendo.- se excusa él, pero con una sonrisa angelical.
-         Sí, seguro.- hace una mueca y me mira, radiante.- Pues bienvenida, entonces. ¿Cuántos años tienes?
-         Diecisiete.- contesto yo, sonriendo.
-         ¡Igual que yo! Y dime, ¿a qué has venido a Los Ángeles?- pregunta. Pero, antes de que yo pueda contestar, Michael me rescata.
-         Por favor, Janet, está muy cansada. Mañana hablaremos.- dice. Su hermana le saca la lengua, y luego me sonríe:
-         De acuerdo, perdona. Hasta mañana, que descanses.- me desea.
-         Gracias, Janet, igualmente.- digo.
-         Buenas noches, dulces sueños. Llámame si necesitas algo.- me dice Michael, sonriendo. Yo le deseo lo mismo y se lo agradezco. Luego les sonrío a ambos, y me meto en mi habitación. Cierro la puerta y me echo a la cama. A pesar de todas las amabilidades de Michael, Katherine, Janet y Quincy, sólo tengo ganas de llorar. Me siento culpable por haber entrado de esta manera en la vida de mi ídolo, y siento que ya está todo perdido con él. Y todo empeora cuando escucho la conversación de Michael y Janet, que están hablando en la habitación contigua, donde duerme él.
-         ¿Estás bien?- susurra Janet.
-         Sólo me dio un par de veces.- responde Michael. Janet suspira.
-         Lo siento mucho, Michael. Haber, déjame ver. Ah si, aquí, se te ve rojo.
-         ¿De veras?
-         Sí, y bastante.
-         ¿Crees que Blanca se ha dado cuenta de que me ha pegado por su culpa?
-         Hay que ser ciego y tonto como para no darse cuenta, y creo que ella no es ninguna de las dos cosas.- murmura su hermana. Oigo a Michael suspirar, abatido, y sentarse en la cama.
-         ¿Se enfadó mucho?- pregunta Janet.
-         Bastante. Es que… verás, primero él creyó que… bueno, lo que tú creíste.
-         Ya. Es que os veis realmente bien, Mike, parecéis hechos el uno para el otro.
-         Janet…
-         Perdona.- ella ríe.- Sigue, sigue.
-         Y me dijo que ella no se quedaría de ninguna manera.
-         ¿Y tú?
-         Yo le dije que se quedaría, que además ya había hablado con Quincy…
-         Y él se enfadó.
-         Sí.- reina el silencio durante unos minutos. Me parece que ambos hermanos se están abrazando, pero no estoy segura. Yo, por mi parte, no puedo controlar el llanto. Soy una estúpida, debería haberme quedado en España con mis padres y mis amigas.
Sin que pueda evitarlo, mis sollozos se van haciendo más y más fuertes, y acabo llorando a lágrima viva, intentando hacerlo bajito, para no advertir a Michael o Janet. Pero mi plan sale mal.
De pronto, llaman a la puerta. Me sobresalto y suelto un hipido.
-         ¿Blanca? ¿Puedo pasar?- pregunta Michael suavemente al otro lado.
-         No…- murmuro, con la voz quebrada.
-         Hey… ¿Estás bien?- y, sin que yo pueda evitarlo, Michael abre la puerta y pasa. Me doy la vuelta para que no me vea y me limpio como puedo las lágrimas, pero salen más y mis ojos están enrojecidos.

Siento el peso de Michael en la cama; se ha sentado a mi lado. Me abraza delicadamente por detrás.
-         Eh, eh…- me susurra dulcemente al oído, mientras yo lloro en silencio.- ¿Qué te ocurre?
-         Nada.- digo con la voz ahogada.- Lo siento mucho, Michael, de verdad…
-         ¿El qué sientes?- él me voltea hacia sí. Es tan hermoso…
-         Haber llegado así tan de pronto, haberte hecho esta faena, que tu padre te haya pegado por mi culpa…
-         ¿Qué estás diciendo?- Michael se sonroja mucho.- Yo…
-         No, no te preocupes, Michael… Mañana hablaré con Quincy y volaré de vuelta a España…- él me atrae hacia sí y me abraza. Apoyo la cabeza en su pecho y él me besa en la frente.
-         No hagas eso…- me susurra al oído.- Nada es como crees…
-         Lo siento…- sollozo. Mis lágrimas mojan su camiseta y su cuello, pero no parece importarle.
-         Hey, creo… creo eres una chica maravillosa y estoy muy contento de que te quedes en mi casa... No te has puesto a chillar al verme, has sido tan educada y tan amable, no te has comportado como una fan histérica… Eres especial.- asegura. Me sonrojo y él también. Se muerde el labio inferior, avergonzado.
-         No es verdad…- murmuro.
-         Sí lo es.- y nos quedamos así un tiempo, en silencio. Me doy cuenta de que he dejado de llorar; es más, ahora me siento muy a gusto, envuelta en Michael. Huele dulcemente, y puedo notar su respiración acompasada y su barbilla sobre mi cabeza.
-         Gracias.- murmuro. Sé que sonríe aunque no le vea.
-         Me alegro de que estés mejor.- dice.- Mira, empecemos de nuevo, ¿qué te parece?
-         Yo…
-         Tú no has hecho nada malo.- me interrumpe él.- Hola, yo me llamo Michael, ¿y tú?- no puedo evitar sonreír intensamente. Me aparto algunos mechones de cabello dorado de la cara, y respondo débilmente:
-         Yo soy Blanca…
-         Fantástico. Bienvenida a mi casa. Mañana te despertaré para desayunar, ¿de acuerdo?
-         Genial, ¿a qué hora?- pregunto, ya casi animada.
-         ¿A las diez?
-         Perfecto. Muchas gracias, Michael…
-         De nada. Espero que estés mejor, y que tengas una feliz estancia aquí…
-         Gracias.- le sonrío. Y, dicho esto, sale de mi cuarto, cerrando la puerta con suavidad. Mi tristeza ha sido sustituida por la alegría y el cariño. Y, sin molestarme en ponerme el pijama, me tumbo en la cama en ropa interior. Es cómoda y suave, y antes de que pueda darme cuenta, me he dormido con una dulce sonrisa en los labios…

Capítulo III: Trouble

Paso el resto del viaje dormida. El cambio de hora me ha agotado realmente. Cuando Quincy me despierta suavemente, estoy en una limusina, parada en una calle con casas lujosísimas. Lo último que recuerdo antes de dormirme fue el sol poniéndose en una playa californiana, llena de gente.
-         ¿Ya… ya hemos llegado?- balbuceo. Quincy asiente con una sonrisa.
-         Bienvenida a Los Ángeles.- me dice. Yo sonrío distraídamente y salgo de la limusina. Miro alrededor y veo miles de luces extendiéndose hasta el horizonte, y un montón de rascacielos. Hace un tiempo perfecto. Un coger agarra todo mi equipaje (3 maletas enormes), y Quincy me conduce directamente hacia una enorme casa blanca y luminosa, con la pared recubierta de hiedra y todas las persianas bajadas. Por el camino, voy ocupándome de atusarme la ropa y peinarme; quiero causar una buena impresión.
-         Es aquí.- me anuncia el productor, y llama al timbre.
-         ¿Sí?- se oye la voz de un portero al telefonillo.
-         Son Quincy Jones, dígale a Michael que vengo con visita.- pide.
-         Sí, señor.- dice el sirviente. Se oyen voces en el interior de la casa, y entonces la puerta se abre.
Aparece en el umbral un joven de unos veinte años, alto, delgado y esbelto. Tiene un rostro bonito, con piel color chocolate y labios carnosos y rosados, ojos almendrados y grandes y una melena corta rizada y negra. No dudo ni un instante de quién es: Michael Jackson, la estrella, mi ídolo, mi amor platónico.
Parece alegrarse mucho al ver a Quincy, ya que prácticamente se tira a sus brazos y le abraza con mucho cariño. No parece reparar en mí, que estoy detrás del productor.
-¡Quincy! Oh, qué alegría… Hace demasiado que no sé de ti…- le dice. Su voz es suave y con un tono agudo, muy agradable. El productor, ante mi sorpresa, le abraza aún con más fuerza y le acaricia los ricitos. Parece que fuesen padre e hijo.
- Hola, pequeño… No pensabas que me había olvidado de ti, ¿verdad?- y ambos sonríes, separándose. Quincy carraspea y se aparta para dejarme ver.
- Mira, Michael, ella es Blanca, la chica más alucinante de toda España.- le dice. Río nerviosamente, y Michael se sonroja y me tiende la mano.
- Encantado. Yo soy Michael.- se presenta con timidez, pero mirándome con curiosidad.
- Un placer conocerle, señor Jackson.- digo, estrechando su mano. Soy una de esas personas que, cuando se ponen nerviosas, hacen mejor las cosas. Es una verdadera ventaja.
Michael sonríe. Sus dientes son perfectos y muy blancos, su sonrisa es preciosa.
-         El señor Jackson es mi padre.- me aclara, con dulzura.- A mí puedes llamarme Michael.
-         De acuerdo.- sonrío, avergonzada. Eso de hacer las cosas mejor no está tan claro, pienso.
-         Gracias. Pero pasad, por favor.- invita tímidamente, haciéndose a un lado. ¡Qué lindo es! Me encanta desde el principio. No puedo creerlo, es Michael Jackson…

Su casa es realmente impresionante; primero, nos conduce por un camino de piedras en medio de todo el césped que hay en el jardín. Hay bastantes árboles, que tapan la casa un tanto, y alcanzo a ver, gracias a la bella iluminación artificial (ya es noche cerrada), una piscina enorme y clara.
Admiro todo con la boca abierta. Nunca había visto tanto lujo junto.
Antes de que pueda darme cuenta, estoy en el interior de la casa de Michael. En el amplio recibidor hay un gran espejo y un armario, varios calzadores, un cesto con paraguas y bastones y un zapatero.
Michael nos conduce al salón, donde el suelo es de madera y está prácticamente cubierto por alfombras exóticas. Hay varios sofás grandes, que parecen ser comodísimos, en rente de una gran televisión de pantalla plana. Una mesa enorme ocupa el centro de la sala, y en ella la cena está servida. Parece que la familia Jackson se disponía a cenar.
Hay varias estanterías con fotos, muchas fotos, un ajedrez de marfil, adornos de muchos países y muchos libros.
-         Sentaos, por favor.- dice Michael con suavidad, señalando los sofás. Quincy y yo obedecemos.
Entonces, el chofer de la limusina aparece, y le pregunta a Quincy:
-         Señor, ¿dejo aquí las maletas de la señorita?
-         Emm… Sí, sí, déjalas ahí…- dice Quincy nerviosamente. Michael le mira a él y luego a mí, con los ojos como platos.
-         ¿Aquí? ¿Qué significa esto, Quincy?- pregunta, enarcando una ceja pero con suavidad. El productor empieza a jugar con los pulgares y baja la mirada.
-         Verás, Michael, tengo que pedirte un favor.- murmura. Yo me cubro la cara con las manos, alarmada. Como creía, Quincy no le había dicho nada a Michael sobre mi estancia allí. Michael suspira y se muerde el labio inferior.
-         Quincy, Quincy… Mi padre no quiere invitados, lo sabes… Me matará, me matará…
-         Yo hablaré con él, Michael. Vamos, por favor.
-         Mi casa no es un hotel, Quincy.- me mira.- Siento tener esta discusión delante de ti, Blanca, pero yo…
-         No pasa nada.- murmuro con un hilo de voz. Me siento fatal. Él parece darse cuenta, y me mira con cariño. Esa mirada…

Michael suspira y mira con reproche a Quincy, pero dice:
-         Está bien, está bien, puede quedarse. Pero…- mira al productor.- No vuelvas a hacerme esto nunca, por favor.
-         Lo siento, Michael, te llamé pero no contestabas al móvil… Espera, iré a hablar con tu padre…
-         Está en su despacho.- dice el joven, con seriedad. Quincy se marcha escaleras arriba, y ambos nos quedamos solos. Me siento muy incómoda y no levanto la vista del suelo; Michael juega con sus pulgares distraídamente.
-         Bueno…- digo, intentando romper el hielo.- Muchas gracias por dejar que me quede…- él sonríe.
-         No hay de qué.- y vuelve a reinar el silencio de nuevo. Al cabo de unos minutos, Quincy regresa a nuestro lado. Sonríe, pero parece preocupado. Michael lo percibe y se cubre la cabeza con las manos.
-         Tu padre quiere veros.- le dice al joven, acariciándole los rizos. Él gime, angustiado. Quincy le susurra:
-         Lo siento mucho, Michael, te debo una y cien a partir de ahora. Lo siento de verdad.- Michael no contesta y se levanta.
-         Por favor, ven conmigo.- me pide. Yo asiento y le sigo. Me lleva en silencio y con la cabeza gacha escaleras arriba; luego, atravesamos varios pasillos y habitaciones.

Finalmente, nos detenemos frente a una puerta cerrada.
-         Espera aquí, por favor.- me susurra Michael. Asiento con la cabeza, sin entender por qué susurra. Pero, desde luego, no por nada bueno.
Michael llama a la puerta, y se escucha un rudo “adelante”. Él entra y cierra la puerta tras de sí.
Los siguientes minutos me toca esperar, algo nerviosa. Oigo las voces de quienes están en la habitación, pero no lo suficientemente alto como para entenderles.
En un momento dado, una voz masculina y autoritaria, algo ronca, se alza.
-         ¡En esta casa se hace lo que yo quiero!- dice.
-         ¡Tú no controlas mi vida!- grita entonces Michael.
-         ¡Cállate!- y se oye algo parecido a una bofetada. Después, Michael gime y suelta un jadeo, y una mujer dice:
-         ¡Joseph, por favor!- con voz suplicante. Me estremezco.
-         Hasta aquí has llegado, hijo engreído.- vuelve a decir la impotente voz.- Ella se quedará, pero sólo porque Quincy ha hablado conmigo. Que esta sea la última vez que haces algo así. Y oh, por supuesto, tendrás tu castigo, ya pensaré algo apropiado para la ocasión…
-         Déjame en paz.- dice Michael de mala gana, recuperando el tono normal, por lo que no oigo lo que dice luego. Dice esto más bien de forma cansada y suplicante.

De pronto, Michael abre la puerta, sobresaltándome. Efectivamente, tiene una marca roja en la mejilla, señal de una bofetada. Parece más cansado que antes.
-         Por favor, a mis padres les gustaría conocerte.- me sonríe, pero con una sonrisa demasiado forzada. Creo ver un atisbo de tristeza en sus ojos.
-         Ah, vale.- murmuro. Me atuso la ropa e intento colocarme el pelo. Michael sonríe.
-         Estás perfecta así.- e inmediatamente se pone serio, se ruboriza mucho y pasa a la habitación. Entiendo que tengo que seguirle.

Sus padres están sentados, cada uno en un sofá. Mis ojos van primero a su madre; sin duda, es pariente de Michael. Ambos tienen los mismos ojos dulces y achocolatados, y una hermosa sonrisa.
Luego, miro a su padre, e instintivamente me pego aún más a Michael.
Joseph Jackson, según mi punto de vista, tiene rostro de psicópata. No sé otra manera de describirlo, si no es cruel y malhumorado. Tiene una mata de pelo rozado y oscuro, bigote y barba., el ceño fruncido y los brazos en garras.
-         Mamá, Joseph…- él le dirige una mirada asesina a su hijo, quien carraspea y rectifica:- Joseph y mamá, os presento a Blanca. Blanca, ellos son mis padres, Joseph y Katherine.
-         Encantada.- sonrío educadamente. Katherine me devuelve la sonrisa.
-         Lo mismo digo, querida. Bienvenida. Será un placer tenerte con nosotros.- hace un además de querer incorporarse, y Michael corre a su lado. En cuanto se va de mi lado, me siento desprotegida; sobre todo, con la mirada de Joseph clavándose en mí. Michael ayuda a su madre a levantarse, y ella se apoya en él. Parece que en los ojos de Michael estuviese concentrado todo el amor del mundo, cuando él mira a su madre. Reparo en que Katherine es coja, pero a pesar de eso, ella (ayudada por Michael) llega hasta mí y me da un caluroso abrazo.

Por el contrario, Joseph no me dirige la palabra. Se limita a observarme de arriba a abajo, con desprecio, y luego masculle:
-         Largaos de aquí, Michael.- él baja la cabeza y lleva de nuevo a su madre hasta su sillón.
-         Hasta mañana, mami.- le dice con dulzura.
-         Adiós, amor mío. Adiós, Blanca. Que descanséis.
-         Gracias, señora.- ella me interrumpe con su carcajada.
-         Oh, llámame Katherine.
-         De acuerdo, Katherine. Que descanses. Que descanse, señor Jackson.
-         A mí, por el contrario, no me llames.- me escupe él, bruscamente. Mi sonrisa se borra. Oigo a Michael suspirar. Me toca un hombro, y yo entiendo que debo marcharme. Salgo de la habitación detrás de él.
-         Como ves, mi padre es un monstruo.- murmura Michael, sobrecogido.- Siento mucho que te haya tratado así.
-         Oh, no importa. No es por tu culpa, y tampoco por la suya…- Michael se vuelve a mirarme, incrédulo. Se detiene y espera mi respuesta.
-         ¿Entonces?- bajo la mirada, y murmuro:
-         Siento mucho todo esto. No debería haber venido, os estoy causando a todos tantos problemas e incomodidades…
-         No digas eso.- me dice Michael.- No es verdad.- pero me parece que lo dice sin mucha convicción. Pensándolo bien, tiene toda la razón. Llego a casa de la persona más famosa del mundo y, con todo el morro y a su costa, me instalo allí. ¿Dónde se ha visto eso?